jueves, 17 de febrero de 2011

COMENTARIO

Un amigo, desde Francia, pide que le envíe el mejor libro peruano sobre educación. Es para una antología, dice. Un requisito es que haya sido publicado en estos últimos 5 años; así que no debo remitir nada de José Carlos Mariátegui, José Antonio Encinas, Augusto Salazar Bondy ni Germán Caro Ríos, nuestros clásicos. Debo mandar, pues, el hermoso libro de Nicolás Matayoshi llamado Los tesoros de Catalina Huanca.
Soy consciente que se trata de un envío que no responde a lo que los educadores llaman un libro pedagógico. Conozco de cerca a su autor y sé que jamás estudió para maestro. Es más bien un poeta, un hombre preocupado por su tiempo, que ama a los niños y que está profundamente enamorado del Valle del Mantaro y del pueblo huanca y su cultura. Y eso le bastó para elaborar, con la gente del campo, un texto para escolares cubierto de grabados, cuentos, poemas y recuerdos inspirados en la vida de la comunidad de Chongos.
Sin ser un poemario, hay poesía en todas sus páginas. No siendo un libro de educación propiamente dicho, en cada frase, en cada dibujo, en cada esbozo de juego infantil, se expresan formas y maneras de educar a los niños durante su paso por la escuela.
Los principios pedagógicos hay que extraerlos, entonces, de la práctica educativa que propone Matayoshi. El texto, que comienza en abril, con la escuela, sigue el curso de la actividad comunal que, como se sabe, también involucra a los niños. Se inicia pues con el Airihuay, que en el valle del Mantaro, es la época que, corresponde al cuidado del cultivo. Pero es tiempo que puede servir, asimismo, para organizar la comunidad escolar a imagen y semejanza de la comunidad local. Es decir, también con sus "Consejos de Administración y Vigilancia", su "Gobernación", su "Alcaldía" y su "Juzgado de Paz". Luego vendrá, entre huainos que aluden a flores y hierbas del lugar, la asamblea escolar, el ágora donde se expresan las necesidades de los niños.
En mayo llega el "Aimuray", que es el tiempo de cosecha. Puede servir también para aproximarse al conocimiento de las aves e insectos del lugar. Pero la información sobre ellos no sólo se da a través de bellas descripciones, sino de actividades tales como la "caja entomológica escolar", las "fichas descriptivas de insectos", y pequeñas historias pobladas de palomas y hormigas, para al final, llegar hasta el niño leyendo en voz alta el tierno poema de Carolina Ocampo que comienza así: "Estoy llena de amor / fui preñada/ por una estrella/ de tierra y viento". Y por ahí sigue:... ¿Qué ropa te pondrás /-poemita de nueve meses, / plumas de golondrina/ olitas de río/te vestirás pequeño niño/de poeta como tu padre?".
Viene después el Inti Raimi (Pascua Real); el Anta Situhua (Purificación de la tierra), Capac Situhua (Gran Purificación); el Urna Raimi (Pascua del Agua); el Colla Raymi (Pascua de la Luna) el Aya Marca (Tierra de los Muertos) y, por último diciembre o el Cápac Raimi (Pascua Real). Y allí llega la pregunta: Ha pasado un año: ¿Qué podemos hacer para ser mejores el próximo año?
Tengo la impresión que jamás se escribió, en país alguno, un libro de lectura para los niños de una comunidad con la participación activa de los mismos usuarios y sus padres. Los alumnos empiezan descubriendo, entonces, su propia realidad. No falta nadie: ni las cabras, ni el ajonjolí, ni el "shapish", que es una danza de los chupaquinos. Ahí está también el primer libro de lectura de la escuela nuestra proponiendo con el ejemplo una nueva manera de peruanizar el Perú y defender nuestra cultura.
Dr. Carlos Castillo Ríos

Diario "La República", Miércoles, 14 de Agosto de 1985.
Autor de los libros "Los niños del Perú" y "Educación en China"

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